A medida que aumentan los casos de COVID-19 en el condado de Chester, funcionarios y grupos comunitarios trabajan para proteger a una población vulnerable
Con centros ambulatorios de pruebas y otros esfuerzos de divulgación, las organizaciones comunitarias y los funcionarios del Departamento de Salud están trabajando para proteger a la comunidad migrante que trabaja en las granjas de hongos del área.
Juan Gallardo llegó hora y media antes que abrieran el centro ambulatorio de pruebas para COVID-19 en Kennett Area Community Services. Y no fue el primero en llegar a hacer fila.
El hombre de 68 años dijo que estaba ansioso por hacerse la prueba y que necesitaba los resultados con urgencia, que el sustento de su familia dependía de ello.
Gallardo había sido despedido de su trabajo, en una finca de hongos del área, después de que sus jefes supieran que su esposa había dado positivo al coronavirus la semana anterior. Los médicos le habían llamado al teléfono móvil para decirle que él había dado negativo, pero sin un comprobante o resultado por escrito para mostrar a sus empleadores, los jefes lo enviaron a casa.
“El problema es que nadie sabe quién lo tiene”, dijo Gallardo, quien se negó a nombrar a su empleador por temor a represalias, pero ha pasado 26 años trabajando en la industria de los hongos de Kennett Square.
Semanas después de afectar las áreas más densamente pobladas de Chester, este coronavirus está actualmente desgarrando el centro agrícola del condado, y los casos van en constante aumento. Según un análisis de datos públicos hecho por El Inquirer, el extremo sur de Chester tuvo las tasas per cápita más altas de nuevos casos de COVID-19, entre el 26 de mayo y el 9 de junio. Los tres municipios con la mayor concentración son Avondale, Kennett Square y West Grove, la sede de la industria de hongos de la región.
La pandemia causa trastornos masivos en estas comunidades, donde casi la mitad de la población es latina y la mayoría son inmigrantes que no son elegibles para el seguro de desempleo o los beneficios federales.
“Este virus ha cogido a las personas que viven al borde [de la necesidad] y las ha empujado”, dijo Leah Reynolds, directora ejecutiva para Kennett Area Community Services. “Esta crisis de salud es una crisis de hambre y vivienda”.
Los trabajadores agrícolas dijeron que inicialmente tuvieron problemas para obtener información continua sobre el virus. Algunos fueron despedidos o vieron una reducción en sus horarios de trabajo a medida que las hongueras perdían dinero. Otros, que contrajeron el virus, se vieron obligados a quedarse sin hogar, cuando algunos trabajadores les negaron compartir la vivienda por temor a enfermarse.
Hace unas seis semanas, un grupo de líderes comunitarios de Kennett Square y otras áreas cercanas presionaron al Departamento de Salud del condado de Chester para que los ayudaran. Juntos, crearon una nueva estructura para diagnosticar a la población en áreas como las fincas, donde el acceso a las pruebas de coronavirus suele ser escaso. Con este esfuerzo, los empleados de salud pública recogen muestras del tejido nasal de los trabajadores agrícolas, al terminar sus tandas de trabajo.
Organizaciones como Kennett Area Community Services (KACS) y la clínica de salud sin fines de lucro llamada La Comunidad Hispana (LCH) están preparando centros ambulatorios de pruebas gratuitas, administrados por el Departamento de Salud del condado.
Los esfuerzos dirigidos por Reynolds incluye un centro de pruebas junto al banco de alimentos que tiene en Kennett Square; una estructura intencional que permite a las familias necesitadas aprovechar ambos servicios. Desde el 13 de marzo, KACS ha entregado alimentos a 5,200 personas, lo que representa el doble de su registro anual.
“Escuché a la gente decir: ‘esto es culpa de los propietarios de los hongos’. No lo es”, dijo Reynolds en una entrevista reciente, mientras docenas de personas se alineaban con anticipación para las pruebas de COVID-19. “No es culpa de los propietarios, no es culpa de los trabajadores. Es el virus”.
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Jeanne Casner, directora del Departamento de Salud del condado de Chester, dijo no tener duda que las granjas de hongos juegan un papel en el aumento de casos en el área, pero “no son el único factor que contribuye al aumento de los números positivos de coronavirus”.
Hizo hincapié en que las fincas se consideran esenciales y que, como cualquier empleador importante que haya permanecido abierto durante el cierre de la economía en el estado, han tenido que lidiar con el riesgo de brotes. Y felicitó a los propietarios de las hongueras por cooperar con el Departamento de Salud para ayudar a mitigar la propagación del virus.
Pero, las informaciones y datos sobre las pruebas que se están realizando, particularmente en las granjas, están siendo protegidas por razones que no están del todo claras.
La Comunidad Hispana evaluó un total de 271 trabajadores en clínicas ambulatorias en tres granjas del área de Kennett Square entre el 25 de mayo y el 3 de junio, según datos obtenidos por El Inquirer.
Mariana Izraelson, directora ejecutiva para LCH, se negó a proporcionar datos específicos sobre cuántos trabajadores dieron positivo a COVID-19. Tampoco quiso dar detalles sobre cuáles son los empleadores que están permitiendo centros ambulatorios de pruebas, alegando que la información está protegida por el Departamento de Salud del condado.
Según datos del condado, Avondale tenía 44 casos positivos hasta el viernes, alrededor del 3% de su población. Kennett Square tenía 150 (aproximadamente el 2% de la población), y West Grove tenía 44 casos diagnosticados (1,5%).
Los funcionarios del condado, a su vez, dijeron que no podían proporcionar datos específicos sobre los empleados de una determinada industria por cuestiones de privacidad. Izraelson dijo, sin embargo, que la mayoría de los trabajadores agrícolas evaluados habían dado negativo a la prueba de COVID-19.
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Casner, del Departamento de Salud, dijo que es innegable que el condado está viendo un aumento en los casos entre los trabajadores agrícolas, especialmente debido a la cercanía en la que trabajan dentro de las granjas. También señaló que los números están aumentando, en parte, debido a que comenzaron recientemente a realizar evaluaciones y pruebas en las fincas.
“Están pasando muchas cosas allí, y no hay nada malo”, dijo. “Así es como está evolucionando [la pandemia], de manera diferente, por la singularidad de esta comunidad”.
Según el American Mushroom Institute (AMI), un grupo comercial que representa a 58 productores de hongos en el condado de Chester, la mayoría de los propietarios de granjas tomaron precauciones tempranas.
Rachel Roberts, presidenta de AMI, dijo que el grupo trabajó con múltiples organizaciones, incluido el Consulado de México en la región, para crear y distribuir informaciones sobre COVID-19 a sus trabajadores.
Dijo que AMI ha recibido orientación de OSHA y otros agencias estatales y federales sobre la protección contra el virus. Agregó que la red de organizaciones comunitarias ha jugado un papel vital en el proceso, y que los miembros del grupo comercial dieron la bienvenida a las clínicas ambulatorias que organiza LCH.
Kathleen Snyder, quien forma parte de la Comisión Asesora sobre Asuntos Latinos de Kennett Square (ACOLA, en inglés), dijo que ha sido difícil persuadir a los trabajadores agrícolas para que utilicen las mascarillas, ya que algunos tienen la percepción de que usarlas los hace ser frágiles, vulnerables y poco “machos”.
Agregó que las comunidades están inundadas con desinformación sobre la enfermedad. Muchos confían más en los remedios caseros, que en los consejos de los médicos.
“Algunos piensan que COVID es similar a un resfriado, o que pueden evitarlo tomando té de limón muy caliente o agua muy fría con vinagre en ayuna”, explicó Synder.
E incluso dentro de la población latina, existe una fuerte barrera del idioma. Por ejemplo, la mayoría de los guatemaltecos hablan un dialecto maya llamado Mam, y los grupos comunitarios han reclutado a sus jóvenes bilingües para ayudar a distribuir material e información sobre COVID-19.
Incluso con los esfuerzos para difundir información, algunos trabajadores están batallando las tempestades provocadas por la pandemia de COVID-19.
Martín Reyes, del norte de Delaware, visitó el centro ambulatorio de pruebas en KACS a principios de este mes, con la esperanza de que los resultados lo ayudaran a volver a trabajar en una de las granjas del área.
Él y su esposa fueron suspendidos por 14 días, luego que su hijo dio positivo. Y aunque él y su esposa dieron negativo y no presentaban síntomas, necesitaban una segunda prueba para demostrar a sus empleadores que estaban en condiciones para trabajar.
Dijo que a la familia le quedan pocos ahorros y que viven en un espacio pequeño, lo que hace que la situación sea más tensa en casa.
“Esta pandemia es una situación terrible, porque la familia es lo único que uno tiene, y ahora ni siquiera puede confiar en su propia familia”, dijo Reyes.