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Mujeres mexicanas de Filadelfia comparten recetas tradicionales para un auténtico Día de los muertos

La tradición mexicana, una mezcla de rituales indígenas mesoamericanos con la influencia del catolicismo español, es una de las celebraciones más antiguas de México y, en algunas regiones del país, los esfuerzos para la fiesta pueden comenzar tan temprano como dos meses antes del 1 y 2 de noviembre.

Ivonne Pinto García decora una calavera de azúcar para la celebración del Día de los muertos, durante una manifestación el sábado 19 de octubre de 2019.
Ivonne Pinto García decora una calavera de azúcar para la celebración del Día de los muertos, durante una manifestación el sábado 19 de octubre de 2019.Read moreALEJANDRO A. ALVAREZ / Staff Photographer

Vuelve esa época del año cuando los pétalos de cempasúchil y los altares elaborados marcan el final de octubre y el año de larga espera para reencontrarse con los seres queridos que fallecieron: el Día de los muertos.

A diferencia de Halloween, el Día de los muertos no pretende ser espeluznante ni asustar al punto de morir del susto. En lugar de crear miedo sobre las cosas del más allá, honra el regreso de los espíritus a este mundo. Por tanto, no hay trucos para los vivos; solo muchas atenciones para los fallecidos.

La tradición mexicana, una mezcla de rituales indígenas mesoamericanos con la influencia del catolicismo español, es una de las celebraciones más antiguas de México y, en algunas regiones del país, los esfuerzos para la fiesta pueden comenzar tan temprano como dos meses antes del 1 y 2 de noviembre.

La mayoría de las comunidades mexicanas utilizan sus ahorros para embellecer un altar: encendiendo velas, pagando a un sastre para crear un atuendo para el difunto y colocándolo todo entre flores, esqueletos, calaveras e imágenes de los seres queridos. No se puede quedar la comida y la bebida: tamales con mole, champurrado, pan de muertos y calaveras de azúcar.

Aunque la tradición es mejor conocida como una celebración mexicana, los caribeños preparan altares casi de la misma manera. La mayoría de las personas también mantienen un altar más pequeño y menos elaborado durante todo el año.

En el sur de Filadelfia, la comunidad mexicana ha estado creciendo durante 25 años alrededor del mercado predominantemente inmigrante en la Calle Nueve.

El periodista comunitario mexicano Édgar Ramírez cree que el florecimiento de la cultura mexicana en Filadelfia se debe, en parte, a la “fascinación nacional” por su comida, la popularidad de símbolos como la Virgen de Guadalupe y las celebraciones del Día de los muertos. También cree que hay un “reconocimiento simbólico” de esas contribuciones y los desafios que tienen las comunidades locales.

“Es como que estamos aquí y no estamos aquí, porque solo estamos en el subconsciente de la gente”, dijo Ramírez, productor y fundador de Philatinos Radio.

En un momento en que los mexicanos están preocupados por los terremotos y el crimen organizado en México, así como por la apropiación de su cultura mientras crían sus hijos en este país, hablamos con tres mexicanas de Filadelfia que quieren compartir las recetas de familia, como una forma de honrar la autenticidad de las tradiciones en su natal estado de Puebla.

“No nos disfrazamos, pero hacemos pan”.

En las comunidades mexicanas del sur de Filadelfia se dice que Ángeles Rincón, de 37 años, es la única persona que ofrece en su altar un pan de muerto en la forma de una canasta, que dedica a una persona especial cada año. Ella y su hermano, Silvestre, de 30 años, son considerados expertos en la preparación del pan. Su receta, las formas que le dan y los ingredientes son únicos: algunos son molidos por su madre en México, quien los envía hacia Estados Unidos desde San Mateo Soltepec, Puebla.

Rincón es la madre de tres varones, quien vive en Filadelfia hace 18 años junto con su esposo Eleazar Cortés, de 37 años, y su hermano y su cuñada. Ella ha hecho pan en honor a la tradición, no para ser vendido, durante los últimos 10 años. Le recuerda a sus hijos que el pan debe hornearse el día antes de ponerlo en el altar, ya que el aroma de recién horneado ayudará al espíritu de sus seres queridos a encontrar el camino a casa.

Rincón, quien con su familia es dueña del restaurante El Rancho Viejo, no se opone a que sus hijos aprendan sobre las celebraciones estadounidenses de Halloween, pero no lo celebran en casa. Ella cree que los rituales festivos se deben seguir solo si se llevan a cabo con respeto, por lo que sigue haciendo pan para sus seres queridos.

“No nos disfrazamos, pero hacemos pan”, djio Rincón.

Este año fue la primera vez que Rincón y su familia compartieron públicamente su tradición y su receta, en un taller de pan de muerto organizado por el Philadelphia Folklore Project la semana pasada. Rincón dijo que su familia guarda el pan en su altar durante dos semanas, después deciden qué hacer con los panes y la canasta, que este año se dedicó a Ana Guissel Palma, una líder comunitaria y artista.

Champurrado como un servicio a su familia

Durante los últimos 10 años, Estela Piña ha estado preparando champurrado todos los fines de semana en el restaurante de su hermano, Tamalex, en el sur de Filadelfia. Ella y su esposo, Alejandro Mondragón, de 43 años, han perfeccionado sus técnicas, ha sabiendas que cualquier cambio en la receta podría alterar los resultados, dijo Piña, de 43 años.

Clientes hondureños, chinos, estadounidenses y mexicanos consumen alrededor de 4,700 tamales y 55 galones de champurrado cada fin de semana. Para las celebraciones del Día de los muertos producen la segunda mayor cantidad de alimentos, pues tienen la mayor demanda para el Día de la Virgen de Guadalupe, el 12 de diciembre.

“No habían muchos lugares en Filadelfia dónde encontrar nuestra comida hasta que la comunidad comenzó a buscar la manera de abrir sus negocios”, dijo Mondragón, nativo del estado de Hidalgo.

Mondragón le pasa el azúcar a Piña, y ella lo agrega al gusto. Luego, todos los miembros de la empresa familiar prueban una cucharadita de chocolate con especias para ver si queda bueno.

La creadora de calaveras

Durante cuatro años, Ivonne Pinto García ha enseñado un taller de calaveras de azúcar para residentes del sur de Filadelfia. Es una forma, dice, de que méxico-americanos como su hija de 12 años, Sophie, puedan aprender sobre las ofrendas tradicionales para el Día de los muertos y disfrutar “lo mejor de los dos mundos”.

“Es un deber y un gustazo ser la persona a la que recurrir cuando se trata de preparar estas calaveritas”, dijo Pinto García.

Mientras anima a su hija a celebrar Halloween y a respetar a sus antepasados mexicanos, la propia Pinto García adopta un híbrido de tradiciones, ya que aprendió a fusionar la receta de sus abuelos de Puebla con la de su mentora artística aquí en el sur de Filadelfia.

La mujer de 38 años, que emigró de San Martín Texmelucan de Labastida en 2005, recomienda dedicar una calavera grande a un ser querido fallecido, escribiendo su nombre en la frente del cráneo, y dándoles los medianos a los niños para comer o jugar.

¿La parte favorita de Pinto García en los talleres? Ver a los padres trabajando junto con sus hijos, aprendiendo a honrar a sus seres queridos con su tradición y receta.