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Matt Allen ha tenido la misma pesadilla al menos ocho veces en el último mes. Se figura caminando con su socio de bienes raíces, mostrando una casa para comerciar, cuando la infraestructura comienza a temblar. Las paredes se derrumban y las ventanas se rompen.

Pero su compañero se queda allí, quieto. Allen sale corriendo, apenas escapando del colapso del edificio, y alertando a los vecinos que están en riesgo, y grita: “¡tienes que creerme, los edificios podrían derrumbarse! ¡Tenemos que correr!”. Pero nadie puede entenderlo.

Luego, cuando se da la vuelta para correr, se levanta bruscamente de la almohada, empapado en sudor frío.

Esta es la nueva normalidad para el joven de 33 años, después que la casa a tres puertas de la suya explotó repentinamente en el sur de Filadelfia, provocando un incendio masivo en el bloque 1400, al sur en la calle Ocho, que dejó cinco casas destruidas, 60 personas evacuadas y dos muertos.

Funcionarios de la ciudad anunciaron el jueves 16 de enero que la explosión fue causada por una fuga, provocada por una grieta en una tubería de gas natural de 92 años de antigüedad, pero aún se desconoce qué causó la ruptura. Los reguladores estatales con la Comisión de Servicios Públicos han comenzado una investigación de un mes de duración, para determinar si hubo violaciones de las regulaciones de seguridad de las tuberías estatales o federales.

Pero la explicación de la ciudad llegó demasiado tarde para una porción del sur de Filadelfia, donde los residentes han luchado por volver a la normalidad de sus vidas, al lado de lo que era una escena apocalíptica. Desde esa fría mañana del 19 de diciembre, cuando los residentes agradecieron a los bomberos por zambullirse en las llamas, los residentes han estado deseosos por las explicaciones de los funcionarios de la ciudad. Las autoridades sabían de la tubería de gas rota cuatro días después del incidente, pero no compartieron informaciones con el público hasta la semana pasada, durante una conferencia de prensa.

Los vecinos dijeron que la falta de transparencia sobre qué sucedió, quién es responsable y si continúan bajo condiciones de inseguridad les generó mayor ansiedad durante el último mes, hasta crear efectos traumáticos.

Allen y su novia han pasado sus días abrazando a los vecinos por temor a que su hogar sea el próximo. Eduardo Centeno, el administrador de una tienda de comestibles al frente del lugar donde sucedió la explosión, se ha pasado las últimas semanas recorriendo los pasillos, buscando compulsivamente sonidos u olores fuera de la normalidad.

Calle arriba, los pequeños nietos de Epifania Hernández le han preguntado repetidamente: “¿será que va a hacer un boom aquí?”.

“No obtenemos información [de la ciudad] de manera proactiva, lo que creo que está generando mucha desconfianza y miedo”, dijo Leigh Goldenberg, de 38 años, que vive a la vuelta de la esquina de donde ocurrió la explosión y que es la representante del comité demócrata en el área. “La gente se siente muy incómoda en sus hogares”.

El hecho de que la tubería principal, vieja y rota, fuera de hierro fundido (que ya no es el material de uso estándar por lo frágil que se vuelve con la edad) solo ha empeorado la inquietud de la gente. Alrededor de la mitad de los 4,828 kilómetros de tuberías de gas de compañía municipal Philadelphia Gas Works (PGW) están hechas de hierro fundido.

El director administrativo de la ciudad, Brian Abernathy, se disculpó durante la conferencia de prensa del jueves, luego que fuera confrontado por vecinos frustrados, que preguntaron por qué nadie de la ciudad había proporcionado información al respecto. Dijo que los funcionarios trabajarían para ser más transparentes en el futuro.

“Por lo menos, tenemos que hacerles saber lo que está pasando”, insistió.

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¿Qué pasó?

Hasta el jueves, los funcionarios de la ciudad se negaron a comentar sobre la causa de la explosión, salvo el comisionado de bomberos, Adam Thiel, que dijo inmediatamente después del incidente que parecía estar “alimentado por gas”. En ese momento, los testigos también describieron un fuerte olor a gas en los alrededores.

Las víctimas mortales fueron Brian Diu, de 28 años, que vivía en una de las casas arrasadas por la explosión, y Rudy Kambong, de 65 años, que estaba postrado en cama y vivía en una casa adyacente a las casas que colapsó por completo.

La familia de Kambong no ha respondido a las solicitudes de entrevistas hechas por El Inquirer desde la muerte de su pariente; La familia de Diu comenta a través del abogado de lesiones personales Steven G. Wigrizer, quien se desempeñó como abogado en el juicio relacionado con el colapso del edificio de la calle Market en 2013, en que murieron siete personas.

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Wigrizer dijo el jueves que los investigadores de la Comisión de Servicios Públicos, que publicaron un informe preliminar pero dijeron que una investigación completa podría llevar hasta un año, necesitan moverse rápidamente porque “la familia quiere entender por qué su hijo de 28 años está muerto”.

“Si nada lo causó, y simplemente sucedió, significa que todos estamos en riesgo. Eso es una perspectiva aterradora”, dijo.

Se instaló una tubería de gas temporal para dar servicio a las casas en el bloque, y las autoridades planean instalar una tubería permanente en primavera o en verano.

“Si nada lo causó, y simplemente sucedió, significa que todos estamos en riesgo. Eso es una perspectiva aterradora”.

Abogado Steven G. Wigrizer

Sin información sobre una causa, los vecinos hablaron entre ellos. Algunos crearon sus propias teorías sobre lo que pudo haber causado la explosión y reconstruyeron recuerdos de los trabajadores que vieron excavabando en la calle en meses recientes.

Una semana después de la explosión, los funcionarios confirmaron que tanto los trabajadores de la ciudad como los contratistas independientes desenterraron y luego rellenaron la calle en octubre y noviembre, en gran parte debido a tuberías defectuosas que causaron un hoyo. Además, se completó una nueva línea de servicio de agua el 6 de diciembre.

Después de la explosión, los temores de los vecinos aumentaron cuando el comisionado de bomberos dijo que se estaba sumiendo la superficie debajo de la calle. Mientras tanto, el agua no se restableció hasta principios de este mes, después de que la tubería de agua del bloque, de 160 años de antigüedad, se rompiera varias veces después de la explosión.

“Todas las mañanas nos levantamos y preguntamos: ‘¿es un olor a fuga de gas? Anda, no puedo lavar mi ropa'", dijo el jueves la residente Domenica Federico. “Pago impuestos aquí. Soy dueño de casa. No veo a nadie tocándome la puerta hoy día".

Hasta el día de hoy, parte de la calle Ocho, frente a donde ocurrió la explosión, todavía parece hundirse, y los agujeros que se habían llenado en los últimos meses estaban agrietados y rodeados por conos de tráfico.

Es una fuente de preocupación constante para los residentes, como Ivon Centeno Estrada, quien es dueña de la tienda Cuernavaca Grocery en la esquina de las calles Ocho y Wilder. La comerciante, quien vive en el edificio donde está ubicado el negocio, dijo que el empeoramiento del hoyo la mantiene despierta por las noches, y la falta de información al respecto no le ayuda.

“Yo siento que nos han abandonado a nuestra suerte”, dijo.

Un portavoz de la ciudad dijo que el Departamento de Calles ha estado trabajando para eliminar el pavimento roto y rellenar la calle. Las reparaciones programadas por el Departamento de Agua están pautadas para comenzar el 21 de enero y tomarán aproximadamente una semana. Una vez que haya terminado, la calle puede ser repavimentada.

“Completamente insensible”

Allen y su novia, Kara Gaulrapp, compraron una casa de ladrillos rojos en julio de 2018, ubicada en la calle Wilder, la que atraviesa horizontalmente el bloque 1400 por el centro al sur en la calle Ocho. Allen, desarrollador de software y agente de bienes raíces a medio tiempo, estaba trabajando en su oficina de el segundo piso, cuando la explosión de diciembre sacudió su vecindario, colapsando las ventanas de su oficina y una parte de su puerta principal.

Desde entonces, Allen ha experimentado lo que dice ser síntomas del estrés postraumático. Está angustiado por la conocida “culpa del sobreviviente”, recordándose de personas corriendo hacia el cuerpo de un hombre bajo los escombros. Mientras tanto, se pasó el último mes sin información sobre por qué las casas explotaron. Se pregunta constantemente: “¿explotará mi casa? ¿La calle debajo de mí va a sumergirse? ¿Estamos seguros aquí?”.

Para conciliar el sueño, toma pastillas para dormir de venta libre y, a veces, bebe alcohol. Dice que solo le ayuda ocasionalmente, y que piensa buscar ayuda profesional.

“No necesito dinero. Solo necesito que alguien me diga qué está pasando y si es seguro estar en mi casa”.

Residente Matt Allen

“No necesito dinero. Solo necesito que alguien me diga qué está pasando y si es seguro estar en mi casa”, dijo.

El día 2 de enero, Allen entró al sótano de su casa y se sintió abrumado por el olor a gas. Dijo que llamó a PGW y llegaron en 30 minutos. Encontraron una fuga de gas en una de las tuberías que se conecta al medidor de servicios públicos. Se solucionó, pero Allen todavía se pregunta: “¿y si no hubiera bajado las escaleras?”.

Allen y Gaulrapp no están solos. La portavoz de PGW, Melanie McCottry, dijo que después el incidente del 19 de diciembre, la autoridad ha respondido a 10 llamadas de residentes que informan sobre un olor a gas, dentro de un radio de dos cuadras del lugar de la explosión. Los equipos detectaron gas en seis ocasiones; cinco se debieron a problemas con el sistema instalado por el propietario. Sin embargo, una de las lecturas, el día después de la explosión, requirió reparaciones en una tubería principal de PGW, también en el bloque 1400 al sur en la calle Ocho. McCottry dijo que las reparaciones se hicieron el mismo día.

Aparte de la visita que PGW hizo a su casa después de reportar el olor a gas, Gaulrapp, de 29 años, dijo que los funcionarios de la ciudad han sido “completamente insensibles”. Dijo que nunca se dejó en claro a los vecinos quién era responsable de las comunicaciones con las autoridades de la ciudad o hacia dónde podían dirigir sus preguntas sobre la recolección de la basura, la calidad del aire o los servicios para quienes experimentan algún trauma.

“Se me ocurre que la ciudad está más preocupada por las malas relaciones públicas que por la seguridad de sus ciudadanos y las personas que viven en esta área”, dijo.

Hernández, de 59 años, vive una cuadra al norte de la explosión y dijo que pasó la mayor parte del mes “con el Jesús en la boca”, inmersa en oración. Dijo que la incertidumbre es lo más difícil.

Varias personas que viven en las cercanías de las casas derrumbadas dijeron que solo habían escuchado de los voluntarios de la Asociación Cívica de la Plaza Passyunk, quienes dejaron cartas en las casas, con información sobre dónde solicitar los servicios de la ciudad. La presidente de la asociación, Sarah Anton, dijo que el grupo espera coordinar reuniones entre funcionarios de la ciudad y residentes del área, que estén interesados en los servicios de salud del comportamiento.

Sin embargo, Anton dijo que los vecinos necesitaban tener tranquilidad semanas atrás.

El concejal Mark Squilla, quien representa el distrito que incluye el área de la explosión, dijo que la respuesta de emergencia estuvo "por los libros“. Sin embargo, dijo: "nos sentamos en nuestros laureles y no nos hemos comunicado lo suficiente o de manera eficiente con los vecinos, para asegurarnos de que sepan exactamente lo que está sucediendo”.

Abernathy, el director administrativo de la ciudad, asumió la responsabilidad de la comunicación el jueves en la conferencia de prensa, que consideró no era “lo suficientemente fuerte”, y dijo que asignaría a una persona como encargada de proporcionar información sobre los esfuerzos de limpieza y la investigación en el futuro.

Efectos prolongados

Los residentes de esta sección en la calle Ocho, a pocas cuadras de la Avenida East Passyunk, son profesionales jóvenes y jubilados, inmigrantes recientes y familias que han sido propietarios de viviendas en el sur de Filadelfia durante generaciones. Según los datos del censo, aproximadamente el 65% de los residentes en los alrededores del bloque era blancos en 2017. Tenía grandes poblaciones hispanas y asiáticas, y más de un tercio de la población en la comunidad reportó hablar un idioma diferente al inglés en sus hogares.

La barrera del idioma fue una de las razones por las que algunos residentes se sintieron en la oscuridad. Les preocupaba que se estuvieran perdiendo las comunicaciones.

Cuando se le preguntó si se proporcionó información a los residentes en otros idiomas además del inglés, el comisionado de bomberos dijo que los traductores estaban presentes en escena el día del incidente y el día después de la explosión, pero que a pesar de eso, “no necesariamente tenemos la capacidad para traducir bajo demanda a los más de 140 idiomas que se hablan en la ciudad de Filadelfia".

Para Centeno Estrada, la dueña de la tienda de comestibles, los impactos financieros han sido los más difíciles. Las ventanas del negocio colapsaron con la explosión y la tienda, donde se compran productos frescos y se envían remesas a familiares en México y América Central, estuvo cerrada durante dos semanas. Centeno Estrada, de 40 años, dijo que perdió un estimado de $8,500 dólares en mercancías que se cayeron de los estantes, se estropearon por la falta de electricidad o se rompieron cuando un parachoques de automóvil voló hacia dentro por la puerta de la tienda como resultado de la explosión.

Una puerta que no cierra y dos ventanas rotas permanecen hasta el día de hoy en Cuernavaca Grocery. Están cubiertas con cinta adhesiva y bolsas de plástico. Centeno Estrada dijo que su póliza de seguro no cubre los daños, y le preocupa cómo se recuperará de las pérdidas.

“Nadie me está apoyando”, dijo.

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Al otro lado de la calle, Francis y Ditta Hoeber, de 77 años, son dueños del edificio de ladrillos alto que tiene espacio comercial y residencial, justo al lado de las casas que se derrumbaron. El seguro comercial cubre algunos de los miles de dólares en daños que sufrió el edificio, incluyendo las manchas del humo y los desperfectos provocados por el agua. Pero todavía hacen memoria constante de la tragedia que sucedió aquí.

“La experiencia en su conjunto no desaparece. El dinero no cubre eso”, dijo Francis.

Ditta dijo que una de las experiencias más desgarradoras fue volver a ingresar a su casa después de que fueron evacuados. Había vidrios rotos en el piso, los pasillos olían a humo, el polvo hacía que el piso fuera arenoso.

Y las escaleras tenían marcas negras que parecían ser de las operaciones de los bomberos, dijo Francis, que rozaron las paredes con prisa para posicionarse sobre el techo, desde donde lucharon contra las llamas que se elevaban sobre lo que solía ser la casa de al lado.

Las periodistas Claudia Vargas y Oona Goodin-Smith contribuyeron a este reportaje.